Para resumirlo de una forma sintética, por lo menos en el caso argentino, la enseñanza de las ciencias en la escuela media es una catástrofe. En general es difícil conseguir equipamiento de laboratorio (y computadoras) y muchas veces, cuando profesores o directores esforzados y con inquietudes logran que se adquieran, son robados y nunca más repuestos. Es casi imposible enseñar ciencia en un colegio secundario sin laboratorios, con profesores cada vez menos motivados y con alumnos desinteresados. Como mezquino consuelo podemos decir que la situación también es crítica en las otras áreas de incumbencia de la educación secundaria, o sea el problema es más concretamente una crisis global y total de la enseñanza en la escuela media. Los alumnos que ingresan a la universidad en muchos casos fracasan o se demoran muchísimo por el esfuerzo inmenso que les requiere acomodarse a una manera de pensar y encarar los problemas a la cual no están acostumbrados. En última instancia, el Ciclo Básico Común de la Universidad de Buenos Aires cumple el papel de cubrir la distancia entre lo que sabe y lo que debería saber un estudiante secundario que llega a la universidad, y muchísimos estudiantes tardan bastante más que el año previsto para terminarlo con éxito, sin contar con los que no lo terminan nunca.
En la República Argentina, esta crisis se debe a varios factores, entre los cuales cabe mencionar en primer término la espantosa reforma de la enseñanza durante la década de 1990 a través de la Ley Federal de Educación, con la destrucción de la tradicional escuela primaria y secundaria (y en particular con la destrucción de la enseñanza técnica); curiosamente esa Ley (afortunadamente ya derogada y reemplazada por otra mucho mejor) es ahora bastante huérfana, nadie se hace responsable de su gestación. Esto, unido a un desprestigio cada vez mayor en la sociedad de la importancia de la educación, a una visión de acuerdo a la cual la educación era algo superfluo para el triunfo personal en la vida, a una pérdida de objetivos de la educación media y una actitud de los gremios docentes basada exclusivamente en exigencias de aumentos de salarios (por supuesto justas) pero nunca en asumir como responsabilidad propia el mejoramiento de la enseñanza, y a la eliminación de cualquier consigna que indique que estudiar es importante y que, independientemente de otros factores, hay que esforzarse por aprender, llevó al descalabro espantoso que estamos sufriendo (en muchos sectores de la sociedad, incluso -desgraciadamente- en sectores intelectualmente influyentes, se considera que inducir a esfuerzos en la educación es autoritarismo y debe ser combatido).
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